miércoles, 2 de mayo de 2007

Rosas para ella (qué cliché)


De repente me tropecé con su recuerdo, como quien tontamente distrae la mirada y al volverla se lleva la mejor o peor sorpresa de su vida. Debería centrarme más en vivir, que en especular cómo vivir. Ese día no estaba concentrada. Estaba ahí y no lo estaba. Me encanta cuando sucede eso. Es un momento como el de hoy, en el que escribo y me detengo... escribo y no escribo... pienso que escribo y luego escribo lo que pienso...

Rosas... necesito como mil docenas. Miles, porque siempre exagero y docenas, porque -aunque me aburren los números pares - el 1 (uno) y el 2 (dos), suman 3 (tres) y el tres es mi número predilecto. No es el de la suerte porque para ello seleccioné el 7 (siete)... Debería, por tanto, comprar sólo 73 rosas.

¿Será que escucha mis pensamientos? Ojalá sólo escuche los que giran entorno a ella. Sería muy descortés de su parte oír ideas ajenas a ella. Nunca supe a ciencia cierta qué le desfilaba por la cabeza, pero si sé que le gustaban las rosas, los corazones y los labios. A mi también me atraían y no sólo eso... me encantaba que a ella le encantaran... Por eso, voy a comprar rosas rojas para ella. Ahora que lo pienso, no necesito rosas... ¡es ella quien las necesita!

Hubiese sido fantástico que yo oliese a rosas siempre, tuviera un pequeño lunar que simulase con su forma a un corazón y que mis labios fueran más pulposos. Capaz así no se hubiese apartado nunca y ahora me hiciese aún más falta. Me gusta saber que me hace falta, porque así recuerdo que no la olvido. Perpetuarla es mi tesoro y que me falte es mi esperanza de volver a encontrarla.

La vida no es fácil y las rosas están al tanto, por eso tienen espinas. Ella siempre tuvo espinas... seguramente fue la vida quien se las otorgó. Si posteriormente compro 73 rosas, las requeriré sin espinas. Nunca me cautivaron las espinas; ni las de ella, ni las de las rosas rojas. Yo no tengo púas, tengo defectos aún peores. Agradezco a Dios el no tener espinas y le pido ayuda para superar mis desperfectos.

Ese día llevaré las rosas a pasear. Sin que ella lo haya solicitado: le daré a las rosas un pequeño viaje que ella y yo nunca hicimos. Les mostraré mis hábitos y rutinas, mis amigos nuevos y los de siempre, mi entorno académico y social, mis sueños sobre la almohada y mis risas por simplezas. Si por tanta faena muere alguna de mis rosas, todavía tendré otras 72 más... todas las oportunidades que con ella no tuve.

Últimamente, las dejaré con ella; lanzaré un beso al aire, para que las acaricie; pondré mi mano sobre el pecho y sentiré mi corazón latir de desconsuelo y nostalgia; para luego seguir caminando con ella en mis pensamientos absurdos.

Sólo son 73 rosas para ella....