Ya en la carretera, veía como él volteaba el rostro. No quería verme. El contacto visual ha sido un problema de ambos. Por ahora, decidí hacerme la tonta, la olvidadiza. Jugaba con la cadena de hilo al pecho, la bailaba al son de la música de los noventa que sonaba en la radio. La gente reía, haciendo comentarios de la época, hablaban de telenovelas y galanes, del bueno o del malo. En un momento creí que nos citaban. Y me dio risa. Me burlé de tus rabias, tus miedos.
Afuera hace calor. Sudan los árboles. La carretera deja de ser de asfalto. Brincan las ruedas y siento ese mareo que se instala en la cabeza. Cuando cierro los ojos y todos hablan, me preguntas qué pasa. Sonrío, te beso. Eso pasa. Me besas. Vuelves ansioso a tu collar de hilo y conversas. Nadie pregunta hacia a dónde vamos. Se supone que alguna recompensa dan los viajes; además este valle tiene un nombre tanto difícil de recordar.
La casa era prestada. El dueño la había abandonado años atrás, dejando a un capataz y a su esposa para los cuidados. La mujer me saludó con amabilidad al llegar. Noté cómo examinó mi espalda y el tatuaje en medio de ella. Debió disgustarle. La entiendo, es por ello que lo llevo acuestas, para no verlo más. Tomé un par de pastillas sin que lo notases, las robé del bolso de tu tía. Sucede que hace tiempo que no distingues la rabia de la tristeza, o ya no te importa. ¿A qué juega tu indiferencia? ¿Por qué vinimos juntos? ¿Es acaso en el mar donde se sepultan las ganas?
No soy fotógrafa. Pero me he pedido la cámara para hacer el registro de este viaje. Lo mejor de fotografiar es que no tengo que hablarte, ni escucharme. El salitre me recuerda mi lugar favorito en el mundo. No sé si es éste el mismo mar que baña las orillas de mi futura tumba; pero siento que muero. Lo comento contigo, pero no parece importarte. Cuando te invito a compartir una foto, volteas el rostro y niegas con el dedo. Me molesta cuando ríes y no entiendo tus chistes. Prefiero subir a una de esas piedras altas, para engañarte. Por eso sentencio y bautizo este viaje como: nuestra traición.
A oscuras frente al mar, conversé con tus familiares y amigos. Las historias retrataban mi infancia, aún cuando no hablasen de mí ni de sus olores. No quería pensar en bonitos tiempos. Sentía tristeza y rabia. La nostalgia no suele ayudar en momentos para la cólera y la melancolía. Por eso caminé descalza sobre la arena. Pensé en sumergirme en la noche, pero ese era un experimento al que me hubiese gustado invitarte, como cuando me sugerías locuras al oído. Además tu primo hablaba de política y recordé mi rabia para con la ciudad, el país entero. Apagué el teléfono celular. Era la quinta vez que revisaba los mensajes. Nada. Yo sabía que no daría rastros de vida, ni él quería. De hacerlo, yo seguiría con su juego. Era imposible detenerme, más aún cuando perdía en mi batalla contigo. Tu, ahí, ensimismado ni volteaste a ver cuando crucé las piernas.
Mis poros se abren cuando pienso en ese beso de ayer, de despedida. Tiemblo y se encoge el estómago. Siento ganas de correr y abrazarme a la idea de que me aman. No me gusta ni me gustará estar sola. Todos se marchan. A veces quisiera dejar de sentir que soy ancla que estanca en la tierra. Cuándo será el momento que marche y disfrute de la soledad. Nunca. Es una desconocida. La compañía es quien toca a mi puerta. Luego, no subrayes que no lo advertí. Así me conociste ¿olvidaste nuestro pasado? Veo cómo te balanceas en tu lectura sobre la hamaca. El viento siempre ha sabido mecer tu cabello. Esta noche he pensado colarme entre tus sábanas, aún no me invitas.
Él me besó. Llegué a notar cómo se estremecieron sus pupilas. El iris parecía abrazarme cuando se sorprendió cerca, a un escalón de distancia. Èl lo había calculado. Parecía medir mis movimientos cuando yo bajaba despacio, meneando la cintura y acomodándome el cabello. Supo llamarme. Fue rápido, intenso, cercano. Me besó y se fue. Ipso facto. Tenía más de tres meses que no lo hacía; parecía una eternidad entre nosotros. Cuando se marchó, volteó el rostro. Había ganado una batalla. Te llevaba ventaja. Él lo sabía; rió, porque siempre sonríe sobre tus logros. Es un ganador y yo soy su derrota. Fui y soy la idea de lo imposible; la perfección entre sus conceptos; lo platónico del deseo. Y no miento.
Cumplo con mis planes. Aquí estoy entre tus piernas. No te siento conmigo. A dónde te has marchado, si aún no te toca partir. Me haces sentir más sola cuando estás más cerca. Despídete. Has pedido que me marche. Lo voy a hacer. Corro a mi intento de adiós y lo convierto en "mañana". Olvida mis hombros, ya cargo una cruz a cuestas. Estaré desnuda, abrazada a las ideas de lo que quiero. Tengo un beso atesorado que me hace sentir poderosa. Te pido guardes los recuerdos, mientras olvido tu olor en mi cuerpo. Sus manos moldean mi cintura y me lanzan contra la pared, aprende la lección. Sus sueños se parecen a los que sí quiero soñar. Lo siento, la emoción llena tu espacio. La infidelidad quiere hacerme suya, nunca digas que no lo advertiste. Despídete, frío. Hasta unas horas más tarde. Verás cómo estaré mejor.