domingo, 12 de abril de 2009

De los males el peor


Me largué de la cuidad, esa estúpida gente que se grita y se odia. Recuerdo que detesto los semáforos y los carros; me da asco la calle. Hoy no quiero pensar en todos aquellos cosmopolitas que dicen querer a sus ciudades. Hablan de ellas como si se tratara de bellas mujeres, y siempre he sido celosa. Pienso en la propuesta comercial de vender a las capitales del mundo como si fuesen marcas de ropa, de pantaletas. ¿Quién demonios es esta ciudad? ¿Es acaso el que ventila groserías con la mano a través de la ventana del auto? Ahí vamos en el carro de la ciudad; junto a la calle y esa gente: detestable contaminación del odio.

Ya en la carretera, veía como él volteaba el rostro. No quería verme. El contacto visual ha sido un problema de ambos. Por ahora, decidí hacerme la tonta, la olvidadiza. Jugaba con la cadena de hilo al pecho, la bailaba al son de la música de los noventa que sonaba en la radio. La gente reía, haciendo comentarios de la época, hablaban de telenovelas y galanes, del bueno o del malo. En un momento creí que nos citaban. Y me dio risa. Me burlé de tus rabias, tus miedos.

Afuera hace calor. Sudan los árboles. La carretera deja de ser de asfalto. Brincan las ruedas y siento ese mareo que se instala en la cabeza. Cuando cierro los ojos y todos hablan, me preguntas qué pasa. Sonrío, te beso. Eso pasa. Me besas. Vuelves ansioso a tu collar de hilo y conversas. Nadie pregunta hacia a dónde vamos. Se supone que alguna recompensa dan los viajes; además este valle tiene un nombre tanto difícil de recordar.

La casa era prestada. El dueño la había abandonado años atrás, dejando a un capataz y a su esposa para los cuidados. La mujer me saludó con amabilidad al llegar. Noté cómo examinó mi espalda y el tatuaje en medio de ella. Debió disgustarle. La entiendo, es por ello que lo llevo acuestas, para no verlo más. Tomé un par de pastillas sin que lo notases, las robé del bolso de tu tía. Sucede que hace tiempo que no distingues la rabia de la tristeza, o ya no te importa. ¿A qué juega tu indiferencia? ¿Por qué vinimos juntos? ¿Es acaso en el mar donde se sepultan las ganas?

No soy fotógrafa. Pero me he pedido la cámara para hacer el registro de este viaje. Lo mejor de fotografiar es que no tengo que hablarte, ni escucharme. El salitre me recuerda mi lugar favorito en el mundo. No sé si es éste el mismo mar que baña las orillas de mi futura tumba; pero siento que muero. Lo comento contigo, pero no parece importarte. Cuando te invito a compartir una foto, volteas el rostro y niegas con el dedo. Me molesta cuando ríes y no entiendo tus chistes. Prefiero subir a una de esas piedras altas, para engañarte. Por eso sentencio y bautizo este viaje como: nuestra traición.

A oscuras frente al mar, conversé con tus familiares y amigos. Las historias retrataban mi infancia, aún cuando no hablasen de mí ni de sus olores. No quería pensar en bonitos tiempos. Sentía tristeza y rabia. La nostalgia no suele ayudar en momentos para la cólera y la melancolía. Por eso caminé descalza sobre la arena. Pensé en sumergirme en la noche, pero ese era un experimento al que me hubiese gustado invitarte, como cuando me sugerías locuras al oído. Además tu primo hablaba de política y recordé mi rabia para con la ciudad, el país entero. Apagué el teléfono celular. Era la quinta vez que revisaba los mensajes. Nada. Yo sabía que no daría rastros de vida, ni él quería. De hacerlo, yo seguiría con su juego. Era imposible detenerme, más aún cuando perdía en mi batalla contigo. Tu, ahí, ensimismado ni volteaste a ver cuando crucé las piernas.

Mis poros se abren cuando pienso en ese beso de ayer, de despedida. Tiemblo y se encoge el estómago. Siento ganas de correr y abrazarme a la idea de que me aman. No me gusta ni me gustará estar sola. Todos se marchan. A veces quisiera dejar de sentir que soy ancla que estanca en la tierra. Cuándo será el momento que marche y disfrute de la soledad. Nunca. Es una desconocida. La compañía es quien toca a mi puerta. Luego, no subrayes que no lo advertí. Así me conociste ¿olvidaste nuestro pasado? Veo cómo te balanceas en tu lectura sobre la hamaca. El viento siempre ha sabido mecer tu cabello. Esta noche he pensado colarme entre tus sábanas, aún no me invitas.

Él me besó. Llegué a notar cómo se estremecieron sus pupilas. El iris parecía abrazarme cuando se sorprendió cerca, a un escalón de distancia. Èl lo había calculado. Parecía medir mis movimientos cuando yo bajaba despacio, meneando la cintura y acomodándome el cabello. Supo llamarme. Fue rápido, intenso, cercano. Me besó y se fue. Ipso facto. Tenía más de tres meses que no lo hacía; parecía una eternidad entre nosotros. Cuando se marchó, volteó el rostro. Había ganado una batalla. Te llevaba ventaja. Él lo sabía; rió, porque siempre sonríe sobre tus logros. Es un ganador y yo soy su derrota. Fui y soy la idea de lo imposible; la perfección entre sus conceptos; lo platónico del deseo. Y no miento.

Cumplo con mis planes. Aquí estoy entre tus piernas. No te siento conmigo. A dónde te has marchado, si aún no te toca partir. Me haces sentir más sola cuando estás más cerca. Despídete. Has pedido que me marche. Lo voy a hacer. Corro a mi intento de adiós y lo convierto en "mañana". Olvida mis hombros, ya cargo una cruz a cuestas. Estaré desnuda, abrazada a las ideas de lo que quiero. Tengo un beso atesorado que me hace sentir poderosa. Te pido guardes los recuerdos, mientras olvido tu olor en mi cuerpo. Sus manos moldean mi cintura y me lanzan contra la pared, aprende la lección. Sus sueños se parecen a los que sí quiero soñar. Lo siento, la emoción llena tu espacio. La infidelidad quiere hacerme suya, nunca digas que no lo advertiste. Despídete, frío. Hasta unas horas más tarde. Verás cómo estaré mejor.

jueves, 26 de marzo de 2009

A falta de pan... buena es la música

A estas alturas ya no debo tener lectores de este olvidado blog. Lo siento. No sé qué pasa. Creo que, como estoy leyendo menos y trabajando más, mi calidad creativa a decaído o se ha ocupado de otras cosas. Carlota lo es todo. Ya nada me emociona más que sus risitas y sus pestañas.

Pero bueno, a falta de pan... buena es la música. Además siempre quise tocar algún instrumento, ya será en mi otra vida.

Sobre el video:

Este chamo es finísimo. Me encanta ese videito. Salvo una que otra canción incoherente de comiquitas. Pero está muy cool. Yo estoy in love. Así que se los paso. (mi parte favorita es cuando va de : Killer Queen (Queen) a Time is running out (Muse) a When you say nothing at all (Ronan Keating) a Road Trippin' (Red Hot Chili Peppers). Wow, el chamo es muy fino.




El repertorio:
Billie Jean (Michael Jackson)
Jizz in my pants (Lonely Island)
Wannabe (Spice Girls)
Mario Kart Love Song (Sam Hart)
Over the Rainbow (Judy Garland)
Girlfriend (Avril Lavinge)
No woman no cry (Bob Marley)
Never gonna give you up (Rick Astley)
Harder, better, faster, stronger (Daft Punk)
White&Nerdy (Weird Al Yankovic)
Tribute (Tenacious D)
Numa Numa/Dragostea din tei (O-Zone)
Angry video game nerd (Rolfe & Justin)
Mamma Mia (ABBA)
Smoke on the water (Deep Purple)
A whole new world (Disney)
Let it Be (The Beatles)
Eye of the tiger (Survivor)
Leave Britney Alone (Me / Chris Crocker)
Thunderstruck (AC/DC)
Feel good inc. (Gorillaz)
Metropolis (Dream Theater)
Pokemon Theme
Through the fire and flames (Dragonforce)
Chocolate Rain (Tay Zonday)
Listen to your heart (Roxette)
Hips Don't Lie (Shakira)
Killer Queen (Queen)
Time is running out (Muse)
When you say nothing at all (Ronan Keating)
Road Trippin' (Red Hot Chili Peppers)
Power Rangers Theme

jueves, 19 de febrero de 2009

El cuento porno que se perdió en las elecciones

La musa se había ido con Sabina. Pero volvió, sudadita y apagada, volvió. El pasado viernes llegó noctámbula y me sorprendí escribiendo un cuento nuevo para mi blog o para lo que fuese. “Va a quedar divertido y diferente” (eslogan barato de cualquier publicista barato). Ya tenía el título, los protagonistas, el clímax y el final. Era mía esa historia. Me gustaba.


“En la sala … a-já, voy a escribir en la sala” y atrás se oía el ventiúnico canal de noticias (y ojo: no estoy diciendo “el mejor canal de noticias”) que invitaba – casi de rodillas- a los venezolanos para las elecciones del fin de semana, en su 15 edición y contando. “Coño, ¿tendrás alcohol en tu casa? Hay ley seca y mañana es día de los enamorados ¡qué ladilla!” mensaje de texto, maldita globalización. “Sí vale. Aquí hay vino, creo. Vente. Pero no fastidies mucho que quiero escribir alguito”… “Eres una galla, marica”… “No, soy mamá y aún así estoy bien chévere, ridícula. Ja,ja,ja”.

Ahora sí… título: XXX, “bien”. Y comienzo con Martín, uno de los personajes. Y le escribo un mensaje de texto a Jorge Sayegh, para que me cuente sus anécdotas y así darle forma a la narración. “Bien, al fin viene la historia a la cabeza”.

¡Ring, Ring!
(o la canción que tengo de ringtone)

-Aló.

-Vero, ¿y tú cómo ves la cosa de este domingo?

-Bueno, difícil.

- No, vale yo creo que va a quedar bastante pareja, pero aún así: ganamos… yo digo que triunfa el NO.

-Mmm, no lo creo… bueno, no lo sé, yo siento al “SÍ” hasta en la pituitaria… ¿no ves propaganda política hasta en la tapa de tu poceta y piensas: ¡coño qué cagada!?

-No vale, Vero, en serio, marica

-Es muy en serio, y lo digo así sólo porque eso me tiene arrecha.

-OK.

-Sí, arrecha; además estaba escribiendo un cuento. Tengo días queriendo escribir. Quiero aprovechar que Carlota duerme para escribir y vienes con tu llamada para hablar de eso.

-¿Y Leo?

-En el playstation

- Ja,ja,ja… marica, qué gallos los dos… pero ¿vas a votar, no?

-Claro, aún con los resultados cantados yo voy a votar. Sólo para que al **** de Chávez le duela, en el estómago, esa gran cantidad de votos que tiene en contra; para que siga diciendo que esta es una oposición escuálida, que aquí hay igualdad y el montón de mentiras que lo caracterizan… y ya… me arreché contigo también.

-¿Y por qué? Ja,ja,ja.

-Porque ya no quiero escribir, ya me contaminé de política oootra vez.

-Lo siento, amiga. Así aprovechas y te tomas alguito. ¡Ah, coño! verdad que no puedes porque estás amamantando.

-¡Ay, cállate! No importa, me voy con mi bebé. Te quiero, pero chao.

Y dando pecho, pensé en Martín, el personaje ladrón que robaba a Jorge (otro personaje), y en Jorge quien llamaba a la policía. Y pensé en que los dos eran venezolanos. Y pensé que el policía era un personaje inútil, precisamente por ser policía y venezolano. Y me arreché. Y pensé en lo corruptos que son los policías, pensé en lo abusivo y lo mafioso. Y pensé en que a cualquiera en esta ciudad - como en muchas del país - lo roban; y que éste es un cuento repetido, aburrido en lo social. Pensé que realmente cual-quie-ra podía ser Jorge. Pensé que aquí nos atracan a todos (atracan, atracaron y atracarán). Y pensé en ese "todos". Pensé en gente conocida, en gente pobre, en gente rica, en familiares, en los familiares de esa gente. Pensé en cómo "todos" nos hemos vuelto esclavos de delincuentes y del abuso. Pensé en que no quería que Carlota creciera aquí. Yo soy mamá de una bebé de tres meses. A mí no me puede pasar nada, o no debería. Nunca había temido a la muerte, hasta ahora. ¡A Carlota le pueden robar a su mamá! Vivimos en la ciudad del miedo.


Y me dio arrechera. Me dio rabia. Me sentí mal. Me culpé por hacerla venezolana, por hacerla esclava de nuestras enfermizas medidas de seguridad. Por saber que aquí no se puede jugar en todos lados y que cualquiera, cual-quie-ra, es víctima de Caracas… cochina y sucia, por demás. Coño, sí. Sí lo había pensado antes, es verdad. Pero es que a este país no hay quién lo mida. Hasta cuándo vamos a seguir creyendo que algún día este gobierno de la rabia no nos va a sorprender. Justo donde se piensan que están los límites del abuso, justo detrás de esos límites, está este gobierno venezolano, con alguna forma novedosa para jodernos más.

Yo sí creo que este gobierno trabaja por los pobres. Aquí el chavismo rojito ha trabajado diez años por empobrecer al país entero. Y con ella aparece la delincuencia, la violenta delincuencia. Y yo no quiero para mi hija ningún tipo de violencia, ni para mi casa ni para la de nadie. Aquí Carlota no se va a criar a punta de coñazos violentos. No.



¿A dónde coño se fue el sentido común? Aquí, aún cuando no lo parezca, hay muy poco que explicar. Se trata de la calidad de vida de la gente, y de la de sus hijos, y de sus seres queridos. Yo no pienso en este país como el concepto de espacio físico. Yo pienso en la gente de este país, que habita un pedazo de tierra porque así le tocó, y todo el que tenga vivienda propia - o todo aquel que no la tenga- sabe lo jodido que es conseguir un pedazo dónde vivir. Y, sí, es verdad, veo gente que ahora se siente incluída y tomada en cuenta. Pero hasta ahí. No veo a muchos VIVIENDO mejor. No veo a ese "pueblo" tranquilo. Como tampoco creo que sean insuficientes diez años de mal gobierno para andarse pavoneaando con el logro de la “inclusión”; después de estos años debreían ser muchos más, ¿no?

¿En qué país viven los chavistas, coño? Hasta cuándo los intelectuales del chavismo van a regalarle argumentos creativos y "sólidos" al gobierno, para justificarle todo lo que dice, todas sus mentiras. Hasta cuándo van a servir de jala-bolas de un gobierno que ni siquiera esconde su corrupción, sino que se pasea escandalosamente en grandes camionetas blindadas y viajan como cualquier “piti-yanqui” adinerado por el mundo, comprando con dólares que les controlan a los demás. Mientras que esos demás se comen un cable o se traguan la propaganda política, las cadenas y el rojo.

Si todo fuese tan de “ante-ojito”, como decimos aquí; si tanta buena gestión fuese obvia ¿por qué gastar tanto dinero en propaganda política todos estos años (10, por si alguno el "todos" les suena menos)?, ¿haría falta tanto despilfarro propagandístico si el gobierno fuese realmente un buen gobierno? En este país -desde siempre- cuando el gobierno hace su trabajo, hay que aplaudirlo (cual foca) por ello. Hay que estar dando gracias –y el culo- porque ellos hacen el trabajo, por el que cobran a todos los venezolanos (hasta los "incluídos"). Y yo no creo que absolutamnete todos los votos sean comprados ni obligados; ni tampoco culpo y señalo a los venezolanos con el adjetivo de la ignorancia. Sólo creo que algunos –o casi todos- somos bastante ingenuos.

Que los pobres, en su pobreza, compran aquello de que la solución al problema está en vestir de rojo, votar sí y hacer pagar a los culpables de los gobiernos anteriores (en el orden que gusten); que en pocas palabras: la solución está en cobrarle las injusticias a la clase media, más no está en solucionar los problemas (la salida está en la arrechera, pues). Y los opositores siguen, en medio de su ingenuidad, creyendo que esta vez Chávez llegó al límite y que no existe otro exceso posible; del enemigo “piensa lo peor” y Cuba queda más cerca de lo que parece (y mi papá es cubano).

Aquí nadie vive en Venezuela, no. Esta no es la Venezuela de todos, ni la Venezuela de algunos. Esta es la Venezuela de Chávez. Él trata a este país, y los que vivimos en él, como su casa y los inquilinos. Y como todo inquilino, bastante es lo que le molestamos; porque no es nuestra casa, no son las normas para todos, ni hay igualdad de fuerza, ni hay elección.


El chavismo habla de las minorías y su inclusión. Pero a la vez quiere vernos a todos vestidos de rojo, golpeando el puño mientras decimos que "lo hacemos por amor". Juega a darle nuevos significados a las cosas. Cambia las estrellas de la bandera, los nombres de todo... se pone creativo en sus ratos libres y hace lo que le da la gana en su inutilidad. Cree que por pintar una casa, está haciendo una nueva. Cuando no se trata de parapetear el país ahí más o menos, cuando nos sobren los reales. Se trata de arreglarlo, de acomodarlo, de joderlo menos y hacerlo bien. No se trata solamente de incluir, se trata de cambiar. Pero mientras el chavismo cree que la alegría está y estará en ganar elecciones y no en una mejor calidad de vida; o mientras la oposición continúe esperando lo mejor en lo peor, aquí no habrá salida... si es que la hay. Porque repito, al final, parecemos todos inquilinos.

No escribí el cuento, ni me perdí enamorada en la mirada de mi bebita con sus pestañas seductoras. Me quedé escribiendo a la víspera de estas elecciones. Mientras mi amigo Martín roba a Jorge y descubre a Ana Teresa, desnuda... todo esto solo en mi cabeza. Quedó la historia en dos párrafos. Justo antes del teléfono; antes de la realidad; antes de olvidarme que escribía en casa de otro. Yo quería escribir. Pero preferí desahogarme, solo por joder o sentirme menos jodida.

15* elección.
Referéndum 2009
Ganó el SÍ.

Voté, y fuimos muchos, aunque no los suficientes.

Faltaron Martín, Jorge... y Ana Teresa, sin ropa.


martes, 6 de enero de 2009

Mi (nuestro) trabajo: Revista Ojo

  • Dále un click al linck de youtube, si no carga el video: http://www.youtube.com/watch?v=Qk4Nfm2byhY

  • Explico: Esta es mi bebé: UN GRAN EQUIPO, mucho trabajo, sudor, ganas y entusiasmo= Revista Ojo. En países como este cualquier proyecto es una odisea, una moneda al aire. Bueno cualquier proyecto, no; cualquier revista (me corrijo). Fue un año veloz y productivo. Ahora veremos hasta dónde nos arropa la cobija este 2009 (con crisis mundial, pero optimistas :s ).

  • Todo es producto de mucho trabajo en equipo:
    • Federico Santelmo
    • Valeria De La Fuente
    • Manuela Moore
    • Alehandra Pizarro
    • Guillermo Kalen (Memo)
    • Ysabel Zambrano
    • Laura Silva
    • Andrea Bermúdez
    • Korangel Bueno
    • Carlos Muñoz
    • Adolfo Bueno
    • Victor Rodriguez
    • Gabriela Sabaal
    • Ángel Pérez
    • Alfredo Quintero
    • Catherin Valladares
  • Y toooodos esos colaboradores y entrevistados que participaron en nuestras tres ediciones.

Arranca el 2009 y nosotros...

Ahí vamos,

(como el disco de Cerati)

Kisses & besos,

Vero.

www.revistaojo.com

jueves, 18 de diciembre de 2008

Suicidas

en respuesta,



El pasillo es camino
del que teme
encontrarse con sus ojos
abiertos
secos
de venas rotas
de pupilas al cielo
de misericordia tardía
de rabia
de tristeza rancia

El suelo es descanso
de la enfermedad
del recuerdo
del amnésico
a escondidas
se conoce el peso del pesar
de sus mentiras
llenas de trampas
guardadas
que duermen cobardes


Tiesa
La vida
desde el pasillo
al suelo
con las venas
en alto
frías
de rabia
el peso
que impide al alma
es la culpa
que tiesa
el cuerpo

Siempre
es una palabra
que repetida
siempre
enferma
como un espejo
de reflejo cobarde
de diversas razones
de trampas
de siempre

Suicidas de pasillo
cobarde
valiente
enfermos
de contradicciones
de marcas
de secretos
y mentiras
rabiosas

Ese es el codo
que clavaste en mi ojo
solo
esta noche
es tieso
una daga de piedra
pálida
cortés en el pasillo
declara la muerte
a los que quiero
a los tuyos
a los que llenaste
de rabia
y a los que no
alimentaste
de ti

Somos todos enfermos
suicidas
esa es una pregunta
que toca
música fúnebre
repugnante

La diferencia
está
en la precaución
del culpable
que se encierra
tras la puerta
que se sabe
solo
sin exhibicionismo
de pasillo
descarado

Muere el suicida
con sus ganas
de morir
o
de matarse

martes, 21 de octubre de 2008

Puntos Cardinales de una mujer redonda


A mis espaldas, el televisor encendido; programación: Discovery Home & Health, o como yo lo llamo: “el canal de las mamás”. A mi izquierda, Leo Felipe dormido/rendido/roncando y cumpliendo veintinueve años. A mi derecha, el celular/reloj que marca las dos de la mañana. Sobre mi cabeza, el aire acondicionado al que le cuesta arrancar luego del apagón eléctrico de ayer. A mis pies, el piso de parquet sin limpiar y por el que tuve que ahorrar muchos meses para colocarlo. Al frente, la pantalla y lo que escribo. Y justo en mi mitad, la mitad de mi cuerpo, cerquita del ombligo: mi bebé.



Justo la noche de hoy, Leo y un amigo discutían sobre la existencia real del tiempo. Argumentaban sobre el pasado “que siempre pasa y es lo único que existe” y el presente “que es lo único que tenemos porque todo lo demás parte de él”. Cada quien apostaba a su tiempo verbal. Leo al pasado, Lobo al presente. Yo, como siempre he creído que el tiempo es una construcción humana (una palabra) necesaria para comprender nuestra existencia (nunca he visto dos minutos guardados en la cartera de nadie), no jugaba a favor de ninguno de los ponentes. Aunque cabe acotar que siempre me ha divertido las discusiones de fuente de soda, donde dos opositores intelectuales (con 30 cervezas encimas) discuten - a lo griego – para no llegar a ningún punto de encuentro más que la justificación de sus creencias irrefutables. Y ahí estuvieron.

Pensaba, “Mis veintidós años se han ido lejos y todo se convirtió en nueve meses; ¿es eso pasado mezclado con futuro y un toque de presente? ¿qué importa si fue a los ocho años que descubrí el efecto invernadero y me aterraba la idea de la contaminación? ¿cuánto valen los logros de mis diecinueve? ¿Fue ayer que dije una frase inteligente o fue hoy que se me ocurrió un negocio creativo?”. No importa. Sólo vale que mi barriga esté más levantada del lado izquierdo que del derecho porque ahí se acomoda mi bebita; tal vez sea una rodilla aquella pequeña montañita que se asoma cerca de mis costillas; mi corazón late más rápido que nunca; tengo que ir al baño; siento el pecho apretado y la respiración forzada; odio estar sentada en una silla incómoda porque ahora me pesan más las piernas; se mueve… sí, se mueve… mi bebé se mueve… y sólo cuando ella lo decide… mi bebé decide... mi cerebro no controla sus movimientos… ella está en mí … gran parte de mi cuerpo puede ser controlado por mi cerebro… ella no es mi cuerpo, es el suyo… dentro del mío. Y ahí, mi propia discusión filosófica sin contrincantes.



Estar embarazada es toda una aventura y la gente lo hace aún más extravagante. Es que los embarazos se transforman en un fenómeno colectivo, una locura de masas. Anoche soñé que mi bebé, al nacer, era una bebé compartida y que una amiga me solicitaba que me largara porque era ella a quien le tocaba acostar a mi hija (nuestra bebé). Desperté amargada y con ganas de pegarle un golpe a mi amiga. “Esas son las hormonas” explicarían las más entendidas de la materia (esas que nunca han tenido hijos pero saben más que el obstetra). Resulta que el embarazo transforma a la mujer embarazada en un buda hormonal al que todo el mundo le debe un consejo. Eso puede ser una pesadilla de meses.

Hace poco subí al ascensor de un centro comercial. Una señora perfumada también subió a él en el piso siguiente. Acto seguido, fijó su vista en mi barriga, para luego impulsivamente comenzar a sobármela mientras emitía velozmente un montón de sonidos. Mi olfato deductivo (el cual se ha desarrollado) me hizo suponer que preguntaba “¿cuántos años tienes?; ¿es niña o niño? Y cuéntame ¿tienes antojos?; Ay, pero no parece que tuvieras tantos meses; ¿cómo se llama tu obstetra? ¿Carlota? ¿Por qué Carlota? etc., etc., etc.”.

Piso cinco, desciendo con la camisa arrugada y con ganas de haberle preguntado a la señora de dónde era que nos conocíamos. Supuse que se trataba de un karma y aquello de las vidas pasadas. Quién sabe, capaz ella fue mi tía abuela. Ojala (pensé) ella y yo hayamos pertenecido a una tribu carnívora y me la haya comido en el invierno. Entonces ahí tendría sentido el por qué de su fijación con mi barriga. Y no es que sea antipática, es que el tema es invasivo. Nunca antes había visto a esa señora o por lo menos no en esta vida.


Ni hablar de las numerosas interrogantes populares y profundas: “¿cómo supiste que estabas embarazada?” y dicha pregunta proviene de alguna inteligentísima chica de veintitrés años, que al parecer no cursó Educación para la salud. "Si yo tuviese cuarenta y dos, sería probable que haya confundido menopausia con embarazo. Pero a mi edad y viviendo con mi pareja, basta con notar que presento un retraso en mi periodo menstrual". "Ay, yo sólo pregunto. ¿Y ... sí te ha dado por eso de los cambios de humor, no?" . "Claro, porque desde que estoy en estado la gente se ha vuelto más preguntona (por no insultar a nadie), parece ser parte de los síntomas (colectivos)" etc., etc., etc...

La verdad es que a mí no me interesa si hay tráfico. Sólo me pregunto si mi bebé se sentirá incómoda mientras permanezco horas en el carro. No me importa si me duele la espalda, mientras ella se mueva todos los días, diciendo “aquí estoy, mami… fuerte y sana”. No me afecta el insomnio mientras sirva para leer o ver el canal de las mamás. Me valen poco las imprudencias humanas mientras no me golpeen en la barriga con alguna cartera o codo.



Mi vida - TODA ELLA: pasado/presente/futuro - se resume en nueve meses. En lo que siento en mi interior (literalmente). En la ansiedad y la alegría como sinónimos de circunferencia, en el nombre Carlota, en el ADN de Leo que guardo en mi vientre, en las ganas de conocer a mi bebé, en que ahora somos tres y el resto es cualquier cosa, en que las felicidades se comparten sólo con aquellos que realmente nos quieren y en que de pronto mis puntos cardinales se vuelven centro; centro norte; centro sur; centro este; centro oeste… centro ombligo.


miércoles, 2 de julio de 2008

Lo que pasa, pasa

¿Saben qué pasa? Que es mentira si escribo por escribir. Se lee a mentira. Oraciones entre signos de puntación disfrazadas de intensión, aunque no exista ninguna detrás. Palabras vacías. Mentiras. ¿Saben qué pasa? A veces sólo escribo cuando me conmuevo, me emociono, me decepciono, me entristezco, me lleno de nostalgia, de sueños, de sorpresa o de agonía. No sé cumplir con las tareas impuestas a la libertad; a la libertad de escritura, refiero. No puedo. En otra vida, me gustaría ser cantante y ponerle melodía a lo escrito... como Serrat o Sabina. En esta sólo me queda escribir para al leerme, escuchar mi voz. Son escasas las veces en las que me escucho o escucho a los demás. Hay momentos en los que no escucho a nadie y no me importa, ni aparento. También ocurre que quiero escribir sólo cuando el mundo parece caerse a pedazos. Se siente como GRITAR. Soy eco. Pero con el tiempo la suma de los escritos dan como resultado: pesimismo. A él le tengo pánico. Prefiero creer en la esperanza o "sonreír con tristeza a dejar de sonreír". Me gusta reír. Me encanta escribir (con/para/por) la verdad... mi verdad. Detrás de la ficción de mis cuentos, se esconde la verdad de mis intenciones. Eso es hermoso. ¿Saben qué pasa? Si hubiese aprendido a tocar guitarra, preferiría componer. Parece más real... aunque realmente no lo sé, no toco ningún instrumento. Cuando uno expone lo que escribe, personas (pocas) esperan tu escritura. Eso es increíble. Pero poco importa la espera, si a quien realmente se aguarda es a la verdad... al sentimiento. Soy de las que cree que existen seres - que como yo - escriben mentalmente en la cintura de los que caminan, en las lágrimas de los desconocidos, en las paredes de las casas, en el tráfico, en las historias de otros, en la basura … y tontamente se olvida al papel ¿Saben qué pasa? Hay veces en las que uno se hace el ciego, el sordo, el tonto y no le da la gana de pensar en lo que pasa o en lo qué nos pasa. Eso pasa. Es ahí donde se pierden las líneas y se olvida escribir... o eso aparentamos. Olvidar no es así de fácil. Aunque sepamos que al final todo pasa.



martes, 27 de mayo de 2008

Mi epitafio


Recuerdo, que en medio de tantas revistas y entrevistas, encontré una de esas preguntas breves - tontas, pero curiosas - donde le preguntaban, en tono apocaliptico al entrevistado: ¿cuál frase escogería para ser escrita en su tumba? Él respondió que no sabía. Y ahí quedó el asunto.

Yo, en medio del tránsito mortal, escuchaba música. "Obviamente, mi tumba - porque nada de eso de que me estén quemando - tiene que ser sencilliiita... el epitafio (si es que sobra espacio luego de mi extenso apellido) debe surgir de alguna canción. ¿Cuál canción?" ... Así fui, paseándome - con mi locura y patologías - entre frases, canciones y poemas conocidos.

Días después, en noches largas y de ocio, ingreso a la querida matrix que supone ser Google y de blog en blog encuentro este post:

Epitafios Célebres . -

"Si no viví más, fue por que no me dió tiempo" Marqués de Sade

"Disculpe que no me levante" Groucho Marx

«Estoy aquí en el último escalón de mi vida. Marlene 1901-1992» Marlene Dietrich

«Sólo le pido a Dios que tenga piedad con el alma de este ateo». Miguel de Unamuno

En la tumba de Arquímedes se dice que había como único epitafio un cilindro circunscrito a una esfera.


Epitafio de Molière, escrito por él mismo:

Aquí yace Molière el rey de los actores
En estos momentos hace de muerto
y de verdad que lo hace muy bien

Epitafio de Vicente Huidobro, poeta chileno:

Abrid esta tumba: al fondo se ve el mar.

Epitafio del dramaturgo William Shakespeare:

Buen amigo, por Jesús, abstente
de cavar el polvo aquí encerrado.
Bendito el hombre que respete estas piedras,
y maldito el que remueva mis huesos

Epitafio de Ludwig Van Beethoven:

Que los amigos aplaudan.
La comedia se ha acabado

el cementerio de La Almudena de Madrid:

Aquí estoy con lo puesto,
y no pago los impuestos

Enrique Jardiel Poncela:

Si queréis los mayores elogios, moríos

Epitafio en un cementerio de Inglaterra:

Toda la oscuridad del mundo
jamás podrá apagar la luz de una velita

Mel Blanc -la voz de Bugs Bunny-:

Eso es todo, amigos

Miguel Mihura:

Ya decía yo que ese médico no valía mucho


Nótese que existe un montononón de gente, tan loca como yo, que ha estudiado el tema.


Hoy, finalmente, puedo "descansar en paz".

Encontré al grupo, la canción y mi frase:



- "Just like heaven"


(Qué importa si es en inglés. Total, va escrita en tonito The Cure)



miércoles, 16 de abril de 2008

AHORA EL TUBO ES DE TODAS

Esta croniquita que realicé saldrá publicada
en Revista Ojo (Revista de corte juvenil/universitario)
en su primera edición de mayo
en la sección Espejito



La belleza corporal siempre es tema y anhelo. Tonificar, fortalecer o adelgazar son palabras de moda y cada día nacen técnicas para lograr cuerpecitos esculturales. Bailar en el tubo es una de ellas y se está convirtiendo en la más popular. Incluso Oprah Winfrey sintió curiosidad y dedicó un programa entero a este fenómeno. Sin ir muy lejos, en Caracas, se inauguró una de las primeras academias de pole dance y fuimos a visitarla.



Ahí estaba la señora de cincuenta y dele, la “doña”, frente a la puerta del local; estática; leyendo los anuncios del portón como quien no quiere la cosa. Seguramente imaginándose forrada en diminuta ropa interior, meneando el cuerpo a lo Demi Moore.
—Señora, ¿va a pasar al salón de baile? —pregunté.
—¿Yo? —dijo con la mano en el pecho.
—Sí, usted. ¿Va a pasar a las clases?
—No, no, no, no —respondió la señora enérgicamente, mientras movía la cabeza—. Yo estoy apenas leyendo, aquí, esto que dice “clases de yoga”, ¿ve? Me han dicho que el yoga es buenísimo.
—Sí, parece que sí. Bueno, si no va a pasar… ¿me da un permisito?
—Ah, ¿tú sí estás en las clases del baile?
—¿Del baile?
—Sí, sí. Las del tubo.
—No —dije sonriendo—, yo estoy aquí cubriendo una pauta para una revista.
—¿Para una revista?, ¿cuál revista?
—Revista Ojo.
—¿Ojo?
—Ojo... Es nueva, sale en mayo.
—¡Ay, eso es ya! ¿Y van a sacar información de las clases?
—¿Las de yoga?
—No, las del tubo.
—Claro. El pole dance es lo que nos interesa. Lo demás se puede conseguir en sitios especializados. No digo que el yoga aquí sea malo, sino que la especialidad del sitio es el pole dance: el baile del tubo, pues. Ahí lo dice, ¿ve? —dije señalando el portón del local, que estaba repleto de grandes mensajes como “Pole dance una nueva técnica para seducir a tu pareja y tonificar tus músculos”; “Trepa, gatea, baila, diviértete sensualmente y ejercítate a la vez”; “Aprende más sobre ti: baila, sedúcelo, disfruta y ejercítate”; y “Disfruta la experiencia. Planes y horarios a su medida”. Sin embargo, en una esquina se asomaba el pequeño mensaje que decía “yoga, pilates, bailoterapia”.
—Sí, sí. Tienes razón. Bueno, yo como que voy a pasar contigo; sólo para ver cómo es. Además, tengo muchas cosas que hacer en la tarde. La casa se me llena a la hora del almuerzo y bueno… —dijo disimulando.
—Ah, bueno— dije mientras entrábamos juntas.
La clase había comenzado; creí reconocer a la instructora, Joy –conversamos previamente por teléfono; quedó encantaba con la idea de la entrevista–. Ésta se encontraba encima de una tarima pequeña, donde habían colocado verticalmente –en el centro– un tubo dorado que llegaba al techo. La mujer lucía una figura despampanante: piernas fuertes; abdomen envidiable; glúteos levantados; senos posiblemente operados y brazos al mejor estilo Madonna. Conclusión: la tipa estaba buenísima; sin duda era la profesora.
En el resto del salón, otras chicas de distintas contexturas, tamaños, colores y clases sociales hacían posesión de los tubos restantes. La fotógrafa, a mi lado, estaba fascinada con el cuadro: “Me siento con mucha ropa”, comentó entre risas. Joy anunció que iniciarían con el estiramiento acostumbrado. “Aint no sunshine when she is gone” versionada en bossa-nova sonaba al fondo. Las mujeres estiraban sus brazos y movían sus hombros y la espalda.
El local era bastante oscuro, la puerta de vidrio estaba rotulada en rosado y colmada de mensajes persuasivos. Al entrar nos recibe una joven recepcionista detrás de su pequeño escritorio; sobre éste reposa la imagen de una virgen. En la pared se encuentran guindadas máscaras para la venta. “Los precios varían: hay antifaces más caros que otros. Los llevan mucho para las despedidas de soltera o soltero”, comenta Marilis, la recepcionista. Una pequeña perrita gris de lazos rosados en las orejas se pasea por el salón. Ocho tubos llenan el local. Un espejo de fondo es testigo de los atrevidos movimientos junto a las paredes coloreadas en rosa oscuro.
Luego del estiramiento, empiezan los ejercicios de danza árabe, junto con la utilización del tubo. Joy explica que allí es cuando comienza a aflorar la sensualidad. A esas alturas de la clase, todavía la “señora del yoga” me acompañaba como espectadora; no hacía comentarios, observaba silente, como apuntando datos.
Joy lleva tres años impartiendo clases. Comenzó enseñando desde su casa. “Me han dicho de todo: que tengo una escuela de prostitutas y que soy una de ellas; poco me importa. A mí me encanta lo que hago”, explica serenamente. Su interés por el baile del tubo comenzó la noche en la que Joy acompañó a sus amigos a un bar de striptease y se quedó prendada del cuerpo tonificado de las chicas. Más tarde, aprendió más sobre el tema gracias a una prima que vivía en Londres y tomaba clases de pole dance. “En Inglaterra, Argentina y EE.UU. existen numerosos gimnasios especializados en pole dance; aquí estamos muy atrasados. El baile del tubo es un deporte de modalidad fitness; implica el endurecimiento de los músculos y su coordinación. Yo tengo 39 años y luzco un cuerpo envidiable. Basta con tener las ganas de aprender. Cualquiera puede trepar y hacer piruetas sensuales”.
Luego de las breves instrucciones de su prima, Joy decidió especializarse: contrató a una stripper profesional para que le diera clases particulares de danza, striptease, movimientos en el piso, gateo, utilización de las paredes y marcos de las puertas. “Existen muchos tabúes en nuestra sociedad; sin embargo, numerosas mujeres se acercan al centro comercial sólo para observar las clases. Me instalé aquí, en el Cafetal, precisamente por eso; además puedo brindarles seguridad y comodidad a mis alumnas. La receptividad ha sido mayor de la que esperaba, las clases se encuentran todas llenas; tuvimos que abrir nuevos horarios y entrenar a más profesoras. Todo se debe al aumento de autoestima, a la seguridad en sí mismas. Muchos son los esposos que se han acercado para darme las gracias. El pole dance no sólo mejora la condición física de cualquier mujer, sino que la invita a sensualizarse”, expone Joy.
Culminó la sesión árabe. Era el turno del reggaetón. La clase adquirió otro tono: ocho mujeres estaban en el suelo; en cuatro; haciendo movimientos insinuantes: gateando, subiendo y bajando el pecho y/o la cintura. La atenta “señora del yoga” levantaba las cejas como quien concluye que la sensualidad latina no tiene nada que envidiarle a la del Medio Oriente. Ciertamente, el calentamiento previo era justo y necesario en ese momento: los glúteos se batían contra el tubo; las piernas trepaban para luego deslizarse, boca abajo, provocativas; el sudor es protagonista; los bustos parecían moverse con voluntad propia; las caderas giraban veloces, apoyadas en el metal; y los músculos se batían con rapidez. Joy exigió a sus alumnas que dejasen las trampas a un lado y mantuvieran su resistencia física, les pidió sensualidad mientras hacían los ejercicios. Era la conjugación entre cabaret y gimnasio.
Cuando Wisin y Yandel marcaban el ritmo de los ejercicios y las chicas recostaban el pecho al tubo, entró otra señora, de unos cuarenta y tantos. Al ver lo avanzada que se encontraba la clase y notar la presencia de una fotógrafa y una periodista, preguntó apenada –mirando de reojo los ejercicios– por los montos de las clases de yoga y de las de bailoterapia. Después de obtener respuesta, observa tranquila, en silencio, junto a la primera señora del yoga. Comentan en voz baja, de oído a oído.. “Dale sin miedo, hasta que se rompa el suelo. Y dale sin miedo” era el soundtrack de fondo. “Aquí hay de todo: desde señoras de sesenta años hasta jovencitas de quince; también las hay gorditas o flaquitas”, explica Joy.
Habría que preguntarse si el yoga es el anzuelo que nos lleva a bailar en el tubo. Total, todos necesitamos alguna excusa para atrevernos a bailar por primera vez. Todo en beneficio del cuerpo y la sensualidad.